Durante las vacaciones, acostumbro a meter en la mochila la mitad de mi estudio: acuarelas, tintas, plumillas, pinceles, pentel, rotuladores, trescientas libretas para color, para lápices, etc. Lo que termina ocurriendo, es que uno se frustra por no poder hacer lo que quiere, ya que dibujar en la playa o en un bar no es fácil.
En nuestra semana de descanso playero, terminó siendo una moleskine de 10x6 cm y un rotring los que me hicieron el apaño: una colección de hombres del saco.
Todos y cada uno de ellos están planeando un asesinato.
